Un día, mi familia y yo decidimos ir a la playa. Salimos temprano por la mañana, todos emocionados por pasar un día bajo el sol. Llevé mi sombrero azul, mis gafas de sol y mi crema solar favorita. Durante el viaje en coche, cantamos canciones y jugamos a contar los coches rojos que veíamos en la carretera.
Cuando llegamos, sentí la arena caliente bajo mis pies y escuché el sonido relajante de las olas del mar. Corrí hacia el agua, donde mis hermanos ya estaban jugando. Juntos, construimos un gran castillo de arena con torres y fosos. Mi hermana encontró conchas de colores y las usamos para decorar nuestro castillo.
Después de un rato, nos sentamos bajo la sombrilla y comimos sándwiches, frutas y bebimos jugos frescos. Me tumbé en la toalla, mirando las nubes y tratando de adivinar qué formas tenían. Más tarde, mi papá me enseñó a nadar en las olas pequeñas, y me sentí como un pez en el agua.
Al final del día, todos estábamos cansados pero muy felices. Nos despedimos del mar y prometimos volver pronto. En el coche, de regreso a casa, cerré los ojos y soñé con todas las aventuras que había tenido en la playa. Fue un día perfecto, lleno de diversión y recuerdos maravillosos.
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